jueves, 25 de junio de 2009

Anoche la soledad vino a a vivir a mi casa

No la pude echar; amenazas, llanto o indiferencia, nada sirvió.
Yo trataba, por todos los medios, de que se largara a otro lado, de adularla diciéndole que merecía ir con personajes más famosos, de recordarle citas más urgentes, mansiones llenas de lujos.
Mientras, sin hacerme caso, ella recorría la casa detenidamente, no porque estuviera inspeccionando, sino porque ya se sentía a gusto en este lugar y buscaba el lugar para instalarse definitivamente.
Desde entonces está ahí, ensombreciendo todo, mientras en sus ojos negros, muertos, se reflejan las borracheras, las crudas y los sollozos.
Ella recibe mis maldiciones con una sonrisa rota, mientras devora con alegría otro trozo de mi corazón.

Que no entre a tu casa, no hay servicio de fumigación contra ella.

1 comentario:

Jorge Break dijo...

le hubieras dado con el palo de la escoba...=P