martes, 26 de mayo de 2009

La Llorona

La Llorona camina, como hace siglos, por las calles de la ciudad, ya no emite su lastimero gemido, porque ya no quiere recibir los insultos, los objetos y hasta los balazos de los vecinos agotados a los que no les interesan los hijos de nadie, sólo unas horas de descanso antes de la rutina asesina.
La Llorona aparece en medio del Eje Central y un automovilista le manda una mentada de madre, por el accidente que estuvo a punto de causar.
La Llorona camina con lágrimas en los ojos, y la gente la confunde con una teporocha, una drogadicta o una prostituta golpeada por un padrote que no cree en el cielo, sólo en el infierno de la vida.
La Llorona es muy bella, con su vestido blanco manchado. No falta el ebrio que le ha preguntado "¿Te acompaño güerita?".
La Llorona busca a sus hijos, y los ve viviendo en las coladeras, con el cerebro quemado por el activo, y entonces ahoga un grito, quizá el más desgarrador, el que nadie escuchará.
La Llorona a veces sueña que su pueblo resurje con los brillos de Mixcoatl, que ahora sólo es un barrio de aquella ciudad que la odia.
La Llorona espera y se duerme en la calle, porque ya no tiene a donde ir.

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