martes, 5 de enero de 2010

¿Oh, Dios, qué me pasa?

Según pasan los años me parecen cada vez más detestables las multitudes. El pasado fin de semana visite dos tianguis, el de la San Rafael y uno cercano a mi casa y el resultado fue igual. Desesperación, asco, preguntas sin respuesta. Gente, gente, gente, por todos lados, apestosos, perfumados, snobs, en cierto momento me sentí como esos protagonistas de película que de pronto enloquecen y caen de rodillas en medio de la multitud, mientras gritan, lloran y moquean y nadie les hace caso, además.

Pienso que la Tierra estaba bien sin los humanos, debe haber sido una delicia haber visto el planeta en el Jurásico tardío o en la edad del hielo, sin nosotros.

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