Ya se cumplió un año de que se fue Lety.
Todo fue precipitado, inesperado, horripilante, puesto que se fue de un día para otro, por cuestiones ajenas a nosotros, ella decidió que su lugar estaba cuidando a su mamá, que perdiendo el tiempo conmigo.
Al principio pensé que me caería bien un poco de soledad, aunque no para la paparrucha esa de "encontrarme a mí mismo" puesto que nunca he sabido en dónde estoy.Pero sí para invitar amigos, beber, fumar,desvelarme, llegar a la hora que quisiera, ver y escuchar lo que se me diera la gana, no limpiar... Todo aquello que desespera a las parejas.
Así fue, los primeros cuatro meses me la pasé con mis Compas, bebiendo chela los fines de semana, hasta la madrugada, riendo a carcajadas, escuchando a Don Cheto, pensando en cómo sería mi próxima novia, hasta llegué a creerlo.
Pero los meses pasaron y todo se fue cubriendo de la neblina de la soledad. Ya me regañó el casero por hacer escándalo, no fumo. Y estoy sentado aquí, viendo como la sombra negrísima del olvido vuela en círculos y la chela se amarga con el recuerdo de aquellas mañanas, tardes y noches en que la lobita alegraba esta casa. Y no se diga las noches delirantes en que recuerdo cuando hacíamos el amor y su bello cuerpo me hacía sentir que nada me faltaba.
Los Compas están en otra etapa de su vida y ya no vienen.
Es cierto que pensé emular a San Antonio y su vida de privación y ascetismo, pero no tan rápido.
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